domingo, 7 de octubre de 2012

ENSEÑANZA DE LA CREATIVIDAD EN INGENIERÍA


Puede decirse que la función más importante que desarrolla un ingeniero en su vida profesional es la de diseñar y a través de la cual busca y halla la mejor solución a un problema planteado [Koen, 1985]. Sin entrar aquí a describir las distintas fases del proceso de diseño, es indiscutible que la creatividad es una capacidad necesaria en todas las etapas de ese proceso. La ingeniería y, en general, la tecnología, tienen aspectos que introducen algunos matices en el proceso creativo tal como podría entenderse de manera genérica, básicamente porque el fin último está dirigido a la solución de un problema o la generación de bienes o servicios con el objeto de mejorar la calidad de vida. 

En general, los estudios ingenieriles favorecen a los estudiantes que son más capaces de utilizar el razonamiento lógico y el manejo simbólico y verbal que a aquellos que utilizan más el razonamiento espacial y holístico. Por ello, la transformación que debería darse en la educación en ingeniería sería el desplazamiento de la educación basada sólo en el razonamiento lógico hacia una educación que incluya el desarrollo de habilidades para el pensamiento no lineal. 

El plan de estudios en ingeniería se divide a menudo en especialidades y disciplinas netamente definidas, las que se imparten con pocas relaciones entre ellas, con lo que se promueve principalmente un saber clasificado y categorizado. Pero en el cambiante mundo en que vivimos no basta el pensamiento en categorías o clasificaciones ya que las soluciones a los problemas requieren de una visión holística. En la actualidad es necesario cultivar la creatividad profesional, dado que los trabajadores, las empresas y la sociedad sólo podrán adaptarse a lo nuevo y transformar su realidad mediante el empleo de una imaginación e iniciativa creadoras.  

Si en lugar de una educación basada en disciplinas acotadas, que conduce a un pensamiento rígido, enseñamos a los alumnos a ver un problema desde perspectivas diferentes y a realizar asociaciones hurgando en sus saberes previos, las categorías serán cada vez más flexibles, el pensamiento más maleable y las respuestas más creativas. Es necesario buscar diferentes vías para aumentar la  cultura de pensamiento, teniendo en cuenta que la creatividad no es exclusiva de genios, de seres con capacidades excepcionales, sino que todos los hombres pueden ser creadores si son educados para ello, que esta capacidad no depende de rasgos biológicos, hereditarios, que no es innata y mucho menos que se logra por azar o casualidad.

Desde esta perspectiva, es posible desarrollar una creatividad profesional que implica poseer 
potencialidad que se expresa a través de la formulación de una solución apropiada a los problemas profesionales, de la elaboración de productos y objetos originales, de la generación de ideas valiosas, encontrando relaciones nuevas para el contexto social en que fueron creadas, partiendo de información técnica y objetos ya conocidos y facilitando el cambio en función del beneficio, el crecimiento, el  desarrollo humano y el progreso social. 

El desarrollo de la creatividad en el nivel universitario podría determinarse desde dos puntos: 
1) seleccionar al alumno creativo, no sólo al inteligente, y 2) proporcionar experiencias que aumenten su potencial creativo. 

La universidad no está educando para la creatividad. Y si la universidad quiere educar para la creatividad, continúa, debe proporcionar a los alumnos las experiencias que le sirvan para desarrollar cualquier tipo de potencial creativo que tuvieran. 

Por otra parte, como los estudios sobre los alumnos muy creativos muestran un amplio espectro de personalidades creativas, es fácil entender que el desarrollo del talento creativo no parece ser resuelto por un solo método. Un mismo modo de tratamiento podría producir distintos efectos. Como “el mismo fuego que ablanda la manteca endurece al huevo” [Davis, 2000]. 

El sistema educativo se organiza en cumplir unas temáticas, en general, sin relación alguna. La universidad en especial si quiere formar ingenieros y, en general, profesionales creativos debe repensar sus acciones. Se considera a las personas creativas como independientes, y esa independencia es la que los hace ideales para el estudio y la investigación, el sistema educativo debe fomentar esa condición personal.


Estudios sobre personas creativas determinaron que esa independencia se fomento en el seno de su hogar, con padres que eran en general personas autónomas y que apostaron con confianza y responsabilidad a su capacidad para discernir y hacer lo apropiado, dentro de lo que estaba razonada y perfectamente pautado.

Ese clima familiar detectado en los alumnos creativos, debería quizás ser estudiado más ampliamente, para que las instituciones recreen ese clima apropiado al desarrollo de la independencia de los alumnos creativos [Vosahlo, 2002] [Aceñolaza, 2002].

Hay que destacar la importancia que tiene la actitud del docente, quien debe saber elaborar estrategias para generar la autoconfianza de sus alumnos, asignándoles tareas de real importancia como la de conceptualización y planificación de sus investigaciones para que él mismo sepa formular sus propios problemas y admita el desafío de resolverlos creativamente.


Pensar en la educación para la creatividad debe ser pensar en compatibilizar los intereses teóricos con los estéticos. Porque las personas creativas no se conforman con encontrar las soluciones a sus problemas. Saben buscar lo verdadero y bello.

Buscar lo estético en el aprendizaje de las profesiones es asegurar el incremento del talento
creativo de los futuros profesionales.

Debe la institución universitaria, si quiere atender la formación en la creatividad, incluir al lado de la formación profesional la formación en áreas de la experiencia humana para facilitar en el alumno la percepción del significado y a los usos de la analogía, los símiles y las metáforas, los deleites y posibilidades del juego imaginativo, por ejemplo, con la incursión en campos, que están más allá de sus propias especialidades [Pérez Lindo, 1998].

La creatividad no debe considerarse reñida con la formación del juicio crítico tan buscado en la enseñanza superior. Deberán ser tratados simultáneamente.

También habrá un lugar para aprender y usar la disciplina y el autocontrol, pero una vez aprendidos deberán utilizarse de manera flexible y no compulsivamente.

Sugieren los estudiosos de la creatividad, que la característica de intuitivos, de los alumnos creativos, puede fomentarse con un entrenamiento de la transferencia de un tema a otro, buscando principios comunes, tratando de encontrar relaciones entre conocimientos diferentes, indicando que piensen en formas de analogías y metáforas, buscando equivalencias simbólicas de experiencia en la variedad más grande posible de modalidades
sensoriales, usando juegos imaginativos y observando los hechos estudiados en varias perspectivas o contextos.

Con estas consideraciones es fácil entender que la enseñanza de la matemática en cualquier nivel y en especial en el universitario puede ser útil en la educación para la creatividad. La matemática permite al alumno el desarrollo de sus ideas y estimula el redescubrimiento del conocimiento humano. Desde la mayeútica de Sócrates a los métodos heurísticos de la psicología cognitiva, aparecen pedagogos, psicólogos y profesores que sostienen lo mismo en diferentes épocas.

La matemática es una ciencia fundamental para el desarrollo de la sociedad y por ello se presenta como la acción más creativa del hombre. Y la matemática seguirá creándose mientras exista un hombre. En esa óptica los alumnos apreciarán las aristas de la creatividad en la matemática.

El aprendizaje de la matemática es un proceso de construcción y a través de ese proceso pueden, tanto los niños como los jóvenes, con materiales y actividades creativas, con planteos oportunos y reveladores, estimular el desarrollo de sus ideas, poniendo en funcionamiento sus estructuras intelectuales.

Al lado del desarrollo intelectual del alumno se logra el desarrollo de la inventiva y los procesos creativos, la capacidad intuitiva y la argumentación y la formulación matemática [Betancourt, 1998].

Plantear el aprendizaje matemático como un desafío del pensamiento divergente y convergente de cada alumno es proponer una matemática movilizadora, estimulante, adecuada al ritmo de cada alumno y por sobre todo generadora de la autoconfianza en el mejoramiento de sus talentos intelectual y creativo.



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